Hace aproximadamente diez años me levanto de una intensa siesta y oigo un chillido un tanto perturbador, salgo al lavadero y ahí estaba, una bola de pelo negro y marrón que no paraba de emitir estruendos sonidos que se iban introduciendo en mi oído sin cesar. Mis ojos no creían lo que estaban viendo ¡un perro en casa!, era una cría de algo extraño -luego me enteré que era pastor alemán-. Desde ese primer instante sabía que ese ser iba a dar guerra y no me equivoque, la guerra no la dio al mundo, sino en el interior de nuestros corazones.
Pasó los primeros meses en el patio de mi casa, claro en ese tiempo la valla del campó -su futuro hogar- no estaba terminada, incluso ahí llegó a coger algo de cuerpo como para intimidar a los vecinos que entraban(el Luis lo llamaba perro endemoniao: ¡No me extraña!).
Pronto tuvimos que trasladarlo pues su tamaño y nervios -dicen que los perros se parecen a sus dueños- hacían que su estancia en el patio fuera cada vez más difícil. Cuando lo subimos pensaría en una posible libertad, y es que tanto terreno donde correr acostumbrado al estrecho y transitado patio, suponía un desglose de excitación y locura, prueba de ello era su comportamiento cuando llegabas a verlo: se ponía loco, te echaba las patas encima, jadeaba al rededor tuyo como si llevará meses sin verte y te reconocía en cuanto habrías la cadena del camino que accede a la casa. Así pasaron unos años en los que era complejo arrimarse a él, la alegría que emanaba llegaba a contagiarse hasta al ser más taciturno.
Con el tiempo nos fuimos dando cuenta de su madurez, ya no tenías que correr detrás de el para encerrarlo en su cuarto, ya venía detrás de ti cuando te aproximabas a su supuesta celda de castigo, aquel lugar que tanta irritación le producía pese a ser un rincón agradable y confortable. Fue en esta etapa de su vida en la que comenzó a enfermar, un anillo desplazado comenzaba a producirle un pinzamiento en la parte trasera de la columna que le hacía imposible andar en determinados momentos.
Esto nos llevó a medicarlo y con el paso del tiempo vimos como también la medicación estaba causando sus estragos.
Fue durante este verano cuando más se vio afectado de sus condolencias, los huesos comenzaban a asomar en un lomo que había estado musculoso y con una piel fuerte. El brillo del pelo empezaba a decrecer. Los últimos días de su vida los pasó bebiendo agua, sin apenas comer nada y sin poder levantarse, llevaba días que sus ojos demandaban uno de esos paseos por el campo a los que estaba acostumbrado, aquellos paseos que le hacían sentirse libre con junto a los seres más queridos. Ya ni si quiera acudía a recibirte a tu llegada, la tristeza invadía ahora su espacio.
El pasado día 24 de Agosto cuando llegué a casa y vi a mi madre en el porche supe que algo había pasado, sus ojos revelaban tristeza, y dadas las condiciones en las que estaba, no podía haber sucedido otra cosa. Además un cuando entré tuve una sensación de vacío, como una oquedad dentro de mí cuya procedencia era externa. .
Esta amigos es la sensación que ha dejado mi queridísmo Dan, sus gestos, sus miradas nos han legado una lección de bondad, fidelidad que difícilemente pudieran mostrar comportamientos manifestados por personas
viernes, 5 de septiembre de 2008
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4 comentarios:
Bueno, me veo en la obligación de hacer un comentario a este escrito. Y es que, después de superar la llantera que me ha dado, quiero agradecerte el que hayas escrito sobre un personaje que, sin duda para muchos, pasará a la historia, pero que para nosotros ha sido uno más de la familia (un hermano, un hijo y un amigo)
Me uno a tu oda y digo: ¡Hasta siempre Dam!
Hoy miro tu foto y me duele... saber que ya no jugaremos a lanzarte la pelota, que no te veré por las mañanas pegado a la puerta esperando tu desayuno, ya no traerás más piedras a mi regazo ni intentarás comerte mi bocadillo, no me despertarán tus ladridos ni podré estar una tarde entera tocando tu preciosa melena... hoy tus ojos me parecen más dulces que nunca porque ya no podré hundirme en sus profundidades... hoy añoro tu fidelidad incondicional... Dam, mi niño, espero que el cielo de los perros te acoja y no sientas los dolores de los últimos días... tu familia te echará muchísimo de menos...
Hoy miro tu foto y me duele... saber que ya no jugaremos a lanzarte la pelota, que no te veré por las mañanas pegado a la puerta esperando tu desayuno, ya no traerás más piedras a mi regazo ni intentarás comerte mi bocadillo, no me despertarán tus ladridos ni podré estar una tarde entera tocando tu preciosa melena... hoy tus ojos me parecen más dulces que nunca porque ya no podré hundirme en sus profundidades... hoy añoro tu fidelidad incondicional... Dam, mi niño, espero que el cielo de los perros te acoja y no sientas los dolores de los últimos días... tu familia te echará muchísimo de menos...
Amigo... siento mucho la pérdida. Sabes que me hago cargo de tu sentimiento, puesto que convivo con dos perrazas como el tuyo.
Yo no quiero ni pensar cómo será el momento en el que le toque a las mías...
Miguelico... un abrazo.
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